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La crónica. Entre literatura e información

LA CRÓNICA. ENTRE LITERATURA E INFORMACIÓN

      Los géneros periodísticos pueden ser clasificados de distintas maneras, todo dependerá del estudioso que decidamos abordar, pero básicamente existen dos tipos: informativos y de opinión. Conocer la diferencia es esencial puesto que le permitirá al periodista saber que tipo de material producir (noticia, reportaje, editorial, entrevista, etc.) y que fuentes consultar.


            Pero el caso de la crónica es distinto. Ella se sitúa en medio de esos dos extremos; no pertenece a uno ni a otro. Es una combinación entre informar e interpretar. Ni siquiera opinar, porque interpretar, va mucho más allá de la simple acción de decir lo que se piensa. Se trata de explicar, desde una visión personal, lo que sucede en determinado hecho noticioso.
El confidente del lector   
            En el caso del periodista uruguayo Alberto Etchepare, la guerra civil española es la indiscutible protagonista. Su pluma imprime en cada hoja que usa, los acontecimientos que vive a diario, y desde esa mirada, nos enseña el mundo. Él se introduce en las entrañas de la guerra y nos la muestra desde adentro. Le pone rostros, historias; elimina la masa y el anonimato de sus participantes para humanizar el conflicto.
            José Marques de Melo, periodista y docente brasilero, realizó un ensayo llamado “La crónica como género periodístico en la prensa luso-brasileña e hispano-americana: contrastes y confrontaciones” (1992) y durante su desarrollo, cita a destacados expertos del periodismo. Uno de ellos es José Luis Martínez Albertos y según él, el cronista es un “confidente del lector”[1].
            No existe una técnica exclusiva para desarrollar la crónica. Cada cronista tiene su impronta pero, en este tipo de textos suele ser habitual los títulos reveladores, el vocabulario rico y dinámico, uso de metáforas, las frases cortas y el párrafo poco extenso. Todos estos recursos son utilizados para reforzar la anécdota y tratar de contar más de lo que se dice.
            Si nos remontamos a sus orígenes, nos encontramos con la crónica histórica. Ella tenía la finalidad de “relatar personajes, escenarios y hechos a partir de la observación del propio narrador”, con la intención de preservar los hechos más allá del tiempo; crónicas de viajeros, soldados, catequistas en el descubrimiento de nuevas tierras son algunos ejemplos. Gracias a este tipo de documentos, es que se ha logrado rescatar episodios sumamente trascendentes de nuestra historia, permitiendo así, la reconstrucción y comprensión de nuestro pasado.
Mostrando el mundo
            Su esencia persiste pero, hoy día en la crónica periodística el orden de los hechos no tiene porque ser cronológico. Según se nos ha enseñado, el cronista puede partir de un hecho concreto, tal vez la exposición de cifras o números relevantes, o teniendo un anclaje. Esto significa contar desde el realismo; es una forma de lograr identidad con el otro mostrándole ese mundo. Pero, ¿cómo se logra? Traduciéndole al lector las imágenes en palabras. Él debe imaginar que está allí, pero sin ignorar la información que se le otorga.
            Etchepare utiliza el anclaje en sus cónicas, y además, suele introducir reflexiones, otra de las formas que tiene el periodista de sacudir al lector. Además, si recorremos los textos que componen “Don Quijote fusilado”, podremos ver que no suele ser dudativo; trasmite seriedad y seguridad en cada una de sus líneas. Evita la ambigüedad, uno de los tantos requisitos que deben poseer las producciones periodísticas.
            Por otra parte, si nos atrevemos a ser un poco más detallistas, podríamos mencionar que él falla en un aspecto: si bien uno comprende las ideas que expone, los párrafos no tienen una estructura uniforme y en ocasiones, no suele simplificar las frases. Es comprensible. No contaba con la comodidad ni la tranquilidad de una oficina para trabajar en sus crónicas. Incluso, él es conciente de los leves detalles que en ellas existen; según dice, es un libro de notas “mal hilvanadas y faltas de todo pulimento literario.”[2]
            A pesar de los tiempos y las circunstancias atravesadas, Etchepare logró algo mucho más importante que viajar a España y publicar un libro: desarrolló una madurez profesional indiscutible. Claramente que la intención no es menospreciar esos logros, todo lo contrario, desempeñarse como corresponsal de guerra fue el trampolín hacia algo más. Ya lo dice Frugoni: “(…) fuese lo que fuere el Etchepare de la ida, este de la vuelta de España es un narrador vivaz, plástico, emotivo, que comunica sus sensaciones con una precisión certera de verdadero dominador de su oficio (…)”[3]

Cynara García



[1] José Marques de Melo. “La crónica como género periodístico en la prensa luso-brasileña e hispano-americana: contrastes y confrontaciones” (1992).
[2] Alberto Etchepare. “Don Quijote fusilado”. Ediciones Aiape (1940)
[3] Ídem

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