Entrevista al escritor uruguayo Diego Fischer
AL ENCUENTRO DEL PERIODISTA
Diego Fischer | Foto: Sheila Baptista |
A lo largo de su trayectoria publicó
más de diez libros. Fue dos veces ganador del premio Libro de Oro de la Cámara
Uruguaya del Libro por sus obras: “Al encuentro de las Tres Marías. Juana de Ibarbourou
más allá del mito” y “Serás
mía o de nadie. La verdadera muerte de Delmira Agustini”. Es
también guionista, productor y realizador audiovisual de varios documentales y
autor de cuatro obras teatrales. Si bien es un escritor consagrado, la carrera
de Diego Fischer no comenzó allí puntualmente. En diálogo con EN,
cuenta sobre sus inicios y experiencias como periodista, su perfil menos
conocido.
-Se lo
conoce por su faceta de escritor, pero usted tiene una extensa carrera como
periodista. ¿Qué lo motivó a escoger esta profesión?
-Yo ingresé a
la Universidad en épocas donde en Uruguay no existía la carrera de Ciencias de
la Comunicación. En ese momento elegí cursar Derecho, pero cuando llegué a
tercero, me di cuenta que la abogacía no era lo mío y me animé a probar otro
camino. Me presenté en el diario El País y
estuve unos meses entregando notas y diferentes artículos que proponía. Algunos
fueron publicados, otros no, hasta que el secretario de redacción, a finales de
1980, consideró que estaba apto para formar parte de la plantilla del diario.
En ese momento, comenzó una carrera que en agosto de éste año, lleva treinta y
cinco años ininterrumpidos, la cual abarcó todas las ramas del periodismo:
radio, televisión, periodismo escrito, prensa institucional, incluso agencias
de noticias internacionales como la United Press International (actualmente ya
no existe, pero fue de las agencias más importantes del mundo). Internet no,
porque llegó después, pero felizmente puedo decir que ninguna me fue ajena.
-¿Cómo
fueron sus comienzos como periodista?
-Como deben ser
todos los comienzos, haciendo de todo: desde coberturas de actividades
empresariales o comerciales, hasta actividades deportivas. Fui lo que hoy se
llama movilero, pero en aquel tiempo se le decía “periodista de
exteriores”. Eso fue durante seis años más o menos, y es algo que recuerdo con
mucha alegría porque estaba en el móvil de radio Sarandí y en esa época, era el
lugar donde todos los profesionales que deseábamos hacer carrera y aprender
queríamos entrar. Allá por el año 1982 y durante doce años, estuve ahí y
trabajé como notero, periodista de exteriores, y después de una beca que
realicé en España, en la Universidad de Navarra, comencé como productor de
Néber Araújo y de su programa “En vivo y en directo”. Fue mi mayor
escuela y la etapa más importante en mi formación periodística.
-¿Cuál fue
el hecho más movilizador que le tocó cubrir?
-Hay una cosa
que de por vida me va a quedar grabada. Fue el 15 de febrero de 1985 cuando,
después de doce años de dictadura militar, se inaugura la primera legislatura
de la nueva era democrática. Estuve dentro de la propia sala de la Asamblea
General donde se instalaba por primera vez el Parlamento después de vivir
tantos años el circo del Consejo de Estado. Fue un momento sublime, y estoy
seguro que todos los que estuvimos presentes ese día (legisladores,
periodistas, el público en las barras) lo vivimos de esa manera. Recuerdo que
Jorge Batlle, por ser el senador más votado de la lista más votada, fue quien
tomó juramento y pronunció un discurso muy breve y contundente que terminó con
éstas palabras: “los verdaderos representantes del pueblo tienen
ahora la palabra”. Fue
maravilloso. Lo cuento y se me eriza la piel. Yo tenía apenas once años cuando
se dio el golpe de Estado, y tengo recuerdos muy claros y vívidos de esos años
previos, los cuales fueron tan terribles como los propios años de dictadura.
Sin ser de las familias que sufrieron prisión o exilio, como cualquier
ciudadano de a pie, padecimos en silencio ese período tan aterrador de nuestra
historia.
-¿Y el
momento más duro que tuvo que enfrentar en su carrera?
-Sólo una vez
tuve una discrepancia muy dura con una persona, y fue por la censura de una
nota. En ese artículo entrevistaba a un neo-nazi, un personaje oscuro vinculado
a la muerte de una persona, y era una entrevista dura con preguntas muy
incisivas. Cuando el director de la empresa para la cual trabajaba la vio, dijo
que la nota no salía y obviamente, me agarré una bronca bárbara porque cuando
uno es chico, se cree que con eso se va a ganar el Pulitzer. Pero hoy, 25 años
después, lo veo y creo que tenía razón. Esa nota no hubiera aportado nada más
que morbo.
-Continuando
con esa retrospectiva, ¿qué cambios cree que se han dado a nivel periodístico
desde entonces?
-Hay una cosa
que noto que sucede hoy, sobre todo con el poder político de turno, que es la
complacencia. En mi generación eso no ocurría. El periodista por principio y
esencia es la piedra en el zapato del poder, jamás debe ser complaciente. ¿Sino
que sentido tendría? Seríamos publicistas, no periodistas, y esto es algo que
uno lo ve en la televisión, a veces también lo lee en los diarios y lo suele
escuchar en la radio. Esa adulación por el poder o las personas que se
encuentran transitoriamente en ese lugar, me pone de muy malhumor porque es lo
anti-periodístico.
He visto en
ocasiones que algún jerarca se ha incomodado con algún periodista y lo ha
increpado. ¿Cuál fue su reacción? Quedarse tranquilamente, sin reivindicar el
derecho y obligación de ponerlos en aprietos. Uno tiene que preguntar por más
que al otro le incomode. Los colegas presentes tampoco reaccionaron, y eso es
muy grave, porque esos profesionales, o mejor dicho pseudo profesionales,
terminan siendo publicistas o voceros de un partido o gobierno X y eso es algo
que nos debe preocupar mucho a todos.
-¿Qué
opinión le merece entonces el periodismo de hoy?
-Sucede que la
nueva generación, no está exenta de un gran drama que tiene el país, que es el
tema de la educación. Los muchachos que ingresan o egresan de las facultades
quedan con carencias muy grandes. Desde la forma de expresarse a la forma de
redactar y también la falta de lo que se llama cultura
general.
Muchas veces se
cuestionaba la educación de mi generación. Se decía que era demasiado amplia y
no ponía énfasis en determinadas áreas o disciplinas y hoy, que han pasado
tantos años, me he dado cuenta que lo que hacía esa formación, era darte una
cultura general que para esta profesión es fundamental. Y hoy, salvo haciendo
excepciones, uno nota que no están presentes en la currícula de los estudiantes
y resulta preocupante.
No hay que
analizar esto como un hecho aislado, en un fenómeno generalizado de una “Tinellización” de la educación y la cultura. Tomo ese
término, si se me permite, como un fenómeno que lleva casi un cuarto de siglo y
que le ha hecho mucho más daño del que uno podía estimar.
-Por lo
tanto, considera que la influencia de la televisión argentina logra inmiscuirse
en el ejercicio del periodismo uruguayo
-Sin dudas, y
lo vemos hoy en día. Se han hecho programas que imitan todo ese “circo mediático” que nada aporta; hay una tendencia a
banalizar las cosas. Aclaro, no todo tiene porque ser serio y trascendente,
pero sinceramente a mi no me causa gracia reírme o burlarme del otro.
-¿Considera
que podríamos hablar de una “pérdida de identidad”?
-También. Hay
una pérdida evidente de identidad y valores. Tener como referente una señora
que sale a hacer declaraciones por televisión porque se operó las “lolas”, o
porque tiene tantos o cuantos amantes, no me parece que sea algo que aporte,
todo lo contrario. Me resulta patético. Es preocupante que cada vez más, haya
personas cuyo nivel cultural se nutra o se quede con esa otra cosa que brindan
los medios de comunicación. Por otro lado, es alentador que la gente se incline
por la lectura y lea más que hace unos años. Obviamente, esto va a cambiar en
algún momento y uno confía que para bien, pero va a costar mucho recuperar los
niveles que supo alcanzar la cultura uruguaya.
-“Aunque se sufra como un perro, no hay
mejor oficio que el periodismo”. Así decía el reconocido escritor y periodista Gabriel
García Márquez. ¿Está de acuerdo con esa afirmación?
-Lo dijo García
Márquez, un señor a quien respeté y respeto hoy. Me parece un hombre que marcó
un antes y un después, sobre todo en la literatura de América Latina y el
mundo, y si bien el periodismo es una profesión muy cargada de pasión, al punto
tal de poder transformarse en una obsesión, no me parece que abrazar una
profesión por el dolor sea el camino correcto. Sí abrazarla porque eso me hace
feliz y porque para eso me preparé y tengo las herramientas e instrumentos para
afrontar la situación que sea.
-En la
actualidad, además de la sección Ciudades, usted escribe en la columna editorial del diario El País. ¿Considera que eso puede repercutir en la
percepción que podrían tener sus lectores?
-No me lo había
planteado pero no me parece que tenga demasiada influencia. A mi entender creo
que los territorios están claramente determinados. Quien adquiere un libro, lo
hace porque le interesa el tema, el personaje o quien lo escribe. Es un
ejercicio de libertad, compro el libro o lo pido en la biblioteca porque
quiero, nadie me obliga. Lo mismo sucede con el diario.
En el
periodismo de ejercicio cotidiano, uno tiene que ser imparcial; para mi, algo
fundamental en la práctica de la profesión. Una cosa es el manejo de
información y las notas periodísticas, y otra, es escribir una columna de
opinión. En esas publicaciones, parto de mis convicciones y principios
filosóficos, políticos y manifiesto mi opinión; si estoy escribiendo en la
editorial de ese medio, el lector sabe que mi postura se encuentra en sintonía
con la del diario, porque su línea política es muy clara.
Yo nunca oculté
mi forma de pensar ni mi filiación política, pero cuando fui convocado a
colaborar con mis columnas, sabía que eso me iba a identificar. Quienes me
conocen saben que soy periodista sobre todas las cosas, pero también soy un
votante del Partido Nacional, lo que no quiere decir que sea activista o
militante político. Desde esa posición escribo mis artículos de opinión, pero
ante todo, soy un profesional.
-De
periodista a escritor, ¿qué lo llevó a incursionar en el mundo de la
literatura?
-Siempre me
gustó escribir y en determinado momento de mi vida, me había quedado sin
trabajo, mis dos hijos eran muy chicos y había que pagar las cuentas, los
gastos, y la pregunta fue: “¿cómo salimos
de ésta?”. Se me
ocurrió -como siempre me di maña en la escritura- presentar un proyecto a la
Fundación Banco de Boston para escribir un libro. Resultó que me lo aceptaron y
ahí empezó todo, en 1991. Ese primer libro se llamó “Noventa
y tantos” y trataba
de testimonios de personas conocidas, desde la madre de China Zorrilla a la
madre de Jorge Batlle, que contaban cómo habían vivido los primeros cincuenta
años del siglo.
Fue un librito
que funcionó muy bien, y al cual puedo calificar como mis primeros garabatos.
Después hubo un segundo libro, y el tercero “Al Este de la historia”, lo publiqué en
una editorial multinacional y ahí se dio el cambio. Todos los libros son hijos
preciados y muy queridos, pero con el tercero puedo decir que comenzó mi carrera
como escritor profesional, en la cual afortunadamente continúo hasta el día de
hoy.
-Hasta el
momento, ¿cuál es su mayor logro en el ámbito profesional?
-Mi mayor logro
en el ámbito profesional es vivir de lo que me gusta: el periodismo y la
escritura. Uno en la vida hace muchas cosas por obligación, y poder encontrar
una profesión en la que uno se siente feliz y puede vivir de ella, es algo
maravilloso.
-Y si
tuviera que optar solo por una de las dos profesiones, ¿cuál elegiría?
-Las dos están
tan asociadas que no las puedo separar, pero si me das a elegir, me dedicaría
exclusivamente a escribir. Pero en este caso, es el periodista quien escribe
los libros [sonríe]. Tal vez la diferencia entre
ellas sea la cantidad de caracteres o el enfoque, pero periodista no se deja de
ser nunca; el periodista se muere con las botas puestas.
Cynara
García
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