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Por las calles de Montevideo


POR LAS CALLES DE MONTEVIDEO

“Si piensas que la aventura es peligrosa, prueba la rutina, es mortal”. Sin temor a equivocarme, así dice una de las tantas frases del escritor brasilero Paulo Coelho. Es que, efectivamente, si nos ponemos a pensar, hasta las cosas más simples de nuestra vida luego de un tiempo se transforman en una desanimada repetición: el desayuno, el camino hacia el trabajo, asistir a clases, reunirse a ensayar, ir al club, etc.


Esta cálida mañana de otoño me invitó a hacer algo diferente y romper parcialmente con la rutina sabatina. Me propuse redactar para este blog, un artículo sobre una feria de jóvenes emprendedores ubicada en el centro de Montevideo. Al salir de clases al mediodía, decidí trasladarme hasta allí caminando; si, serían solo 20 minutos y eso me concedería la posibilidad de disfrutar del clima.

Por una de las avenidas principales de la ciudad, Av. 18 de Julio, emprendí mi caminata. La brisa era suave y la temperatura ideal. A medida que avanzaba, empecé a observar con cautela y percibir con mayor atención mí alrededor. Restaban solo cinco minutos para alcanzar las 13 horas y el ritmo de la avenida era distinto; no hay prisa y la cantidad de transeúntes es escasa. Madres mirando vidrieras con sus niños, ancianas con bolsas de compras, músicos callejeros, jóvenes tomados de la mano hablando de amor. ¿Qué historias existirán detrás de esos rostros? Una de las interrogantes que surgió de repente. Yo solo podía imaginar a penas, hasta que esa curiosidad que me venía acompañando me tentó a cambiar mis planes.

Continué mi paseo. La feria de jóvenes emprendedores ya no era mi prioridad. Llegué a la conocida Plaza de los Bomberos y allí me senté en un banco. El sol radiante inundaba el lugar con sus intensos rayos. Disfruté como nunca la tarde en la plaza. Me regocijaba ver como los niños ahuyentaban a las palomas, como tres chicas reían tímidamente mientras conversaban cerca de la fuente y como un niño pequeño que, junto a su joven padre, intentaba dar sus primeros pasos mientras que a lo lejos, junto al cochecito, la madre los observaba y sonreía. 

Fui cómplice de esos momentos. También, me permitieron regresar a mis propios momentos; años atrás cuando era yo la niña que corría palomas o la que se sentaba cerca de la fuente con sus abuelos a hacer barquitos de papel. Momentos que atesoro en lo más profundo de mi y que me pertenecerán para siempre.

Nostalgia y alegría, eso fue lo que sentí ésta tarde. Tal vez usted no me comprenda y llegue a pensar: pero ¿que tiene de extraordinario todo esto? Tal vez no mucho, o a lo mejor demasiado. Se trata, simplemente, de salir del hermetismo en el cual estamos inmersos y descubrir, que uno puede y es parte de algo más.


Plaza de los Treinta y Tres Orientales  |  Foto: Cynara García



Comentarios

  1. Lo simple, lo bello de esos pequeños grandes instantes...

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    1. Sin lugar a dudas. Hay que aprender a darles la importancia que tienen.

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